2Re 4:16 Entonces Eliseo le
prometió: —El año que viene, por esta fecha, estarás abrazando a un hijo. —¡No,
mi señor, hombre de Dios! —exclamó ella—. No engañe usted a su servidora.
2Re 4:17 En efecto, la mujer quedó embarazada. Y al
año siguiente, por esa misma fecha, dio a luz un hijo, tal como Eliseo se lo
había dicho.
2Re 4:18 El niño creció, y un día salió a ver a su
padre, que estaba con los segadores.
2Re 4:19 De pronto exclamó: —¡Ay, mi cabeza! ¡Me duele
la cabeza! El padre le ordenó a un criado: —¡Llévaselo a su madre!
2Re 4:20 El criado lo cargó y se lo llevó a la madre,
la cual lo tuvo en sus rodillas hasta el mediodía. A esa hora, el niño murió.
2Re 4:21 Entonces ella subió, lo puso en la cama del
hombre de Dios y, cerrando la puerta, salió.
2Re 4:22 Después llamó a su esposo y le dijo:
—Préstame un criado y una burra; en seguida vuelvo. Voy de prisa a ver al
hombre de Dios.
2Re 4:23 —¿Para qué vas a verlo hoy? —le preguntó su esposo—.
No es día de luna nueva ni sábado. —No importa —respondió ella.
2Re 4:24 Entonces hizo aparejar la burra y le ordenó
al criado: —¡Anda, vamos! No te detengas hasta que te lo diga.
2Re 4:25 La mujer se puso en marcha y llegó al monte
Carmelo, donde estaba Eliseo, el hombre de Dios. Éste la vio a lo lejos y le
dijo a su criado Guiezi: —¡Mira! Ahí viene la sunamita.
2Re 4:26 Corre a recibirla y pregúntale cómo está
ella, y cómo están su esposo y el niño. El criado fue, y ella respondió que
todos estaban bien.
2Re 4:27 Pero luego fue a la montaña y se abrazó a los
pies del hombre de Dios. Guiezi se acercó con el propósito de apartarla, pero
el hombre de Dios intervino: —¡Déjala! Está muy angustiada, y el SEÑOR me ha
ocultado lo que pasa; no me ha dicho nada.
2Re 4:28 —Señor mío —le reclamó la mujer—, ¿acaso yo
le pedí a usted un hijo? ¿No le rogué que no me engañara?
2Re 4:29 Eliseo le ordenó a Guiezi: —Arréglate la
ropa, toma mi bastón y ponte en camino. Si te encuentras con alguien, ni lo
saludes; si alguien te saluda, no le respondas. Y cuando llegues, coloca el
bastón sobre la cara del niño.
2Re 4:30 Pero la madre del niño exclamó: —¡Le juro a
usted que no lo dejaré solo! ¡Tan cierto como que el SEÑOR y usted viven! Así
que Eliseo se levantó y fue con ella.
2Re
4:31
Guiezi, que se había adelantado, llegó y colocó el bastón sobre la cara
del niño, pero éste no respondió ni dio ninguna señal de vida. Por tanto,
Guiezi volvió para encontrarse con Eliseo y le dijo: —El niño no despierta.
2Re 4:32 Cuando Eliseo llegó a la casa, encontró al
niño muerto, tendido sobre su cama.
2Re 4:33 Entró al cuarto, cerró la puerta y oró al
SEÑOR.
2Re 4:34 Luego subió a la cama y se tendió sobre el
niño boca a boca, ojos a ojos y manos a manos, hasta que el cuerpo del niño
empezó a entrar en calor.
2Re 4:35 Eliseo se levantó y se puso a caminar de un
lado a otro del cuarto, y luego volvió a tenderse sobre el niño. Esto lo hizo
siete veces, al cabo de las cuales el niño estornudó y abrió los ojos.[c]
2Re 4:36 Entonces Eliseo le dijo a Guiezi: —Llama a la
señora. Guiezi así lo hizo, y cuando la mujer llegó, Eliseo le dijo: —Puedes
llevarte a tu hijo.
2Re 4:37 Ella entró, se arrojó a los pies de Eliseo y
se postró rostro en tierra. Entonces tomó a su hijo y salió.
La
mujer sunamita, reconoce en Eliseo a un hombre de Dios y le prepara una
habitación para que cuando éste visite la ciudad, se quede en su hogar. Muestra
de servicio e interés de que el ‘hombre de Dios’ pase tiempo en su casa, por lo
que se prepara para ello.
El
profeta le entrega una palabra, sin que ella lo haya pedido aunque, en su
corazón era un deseo. Si bien ésta se cumple, al cabo de un tiempo se ve
enfrentada a una crisis: muerte de su hijo. Ante una situación como esta,
cualquiera podría sentirse derrotado o creer que si ‘es de Dios’ sería fin de
la palabra declarada… pero esta mujer peleó por mantener su bendición. ¿Cómo?
1.
Con fe. Se mantuvo firme en la
palabra que Dios le había entregado por medio del profeta, sabía que Dios podía
revertir su situación a través de Eliseo (v.22-24).
No vio límites en las
distancias ni en los recursos, ni menos en que el día quizás, no era el
‘apropiado’ para ir a visitar a Eliseo. Puesta su confianza en Dios fue en
busca de lo suyo.
Sal 56:3 El día en que temo, yo confío en ti;
Sal 56:4 En ‘Elohim, cuya palabra alabo, En ‘Elohim he
confiado, no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?
2. Con determinación. Muchas veces al más mínimo
‘remezón’ perdemos la visión en el objetivo. No podemos ser fluctuantes e inestables.
Debemos caminar EN una dirección CON una visión.
Heb 12:2 puestos los ojos en Jesús, el Autor y
Consumador de la fe; el cual, por el gozo puesto delante de Él, soportó la
cruz, y despreciando el oprobio, se ha sentado a la diestra del trono de Dios.
Cada vez que nos vemos
enfrentados a diversas pruebas, las tinieblas intentan por un medio u otro de
hacernos olvidar por lo que peleamos. Nos nublan la visión, nos limitan, nos
quitan las ganas y la pasión… y es precisamente ahí donde debemos actuar con
sabiduría, estando alertas a sólo escuchar la voz de Dios.
3. Con violencia. Si hemos recibido palabras, ese es el punto INICIAL
del cumplimiento. Depende de nosotros tomar la actitud correcta y con violencia
arrebatar esa bendición y pelear hasta ver su cumplimiento. En el caso de la
mujer sunamita, sabía perfectamente dónde ir, con quién hablar y, por sobre
todo, ¡sabía qué buscaba! Y no dudó en pelear por ello, hasta que, obtuvo lo
que quería (v.35-37).
Mat 11:12
"Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los
cielos sufre violencia, y los violentos lo conquistan por la fuerza.
Así como Jacob, al pelear con el ángel con el claro
objetivo de recibir su bendición y, pese a que físicamente salió dañado, obtuvo
lo que buscaba: ¡ valió la pena ¡
Gén 32:26
Entonces el hombre le dijo: —¡Suéltame, que ya está por amanecer! —¡No
te soltaré hasta que me bendigas! —respondió Jacob.
Sólo
siendo violentos y con una visión clara podremos arrebatar las bendiciones que
el cielo ya declaró para nosotros. No se trata de pasar a llevar al resto, sino
de caminar escuchando al cielo, siguiendo el objetivo, confiando en Su palabra.
Es la actitud nuestra lo que forjará
el cumplimiento de las palabras declaradas.
Pro 3:5 Confía en el SEÑOR con todo tu corazón, Y no
te apoyes en tu propio entendimiento.